martes, abril 12, 2005

Color café


Llevo un año desayunando en un bar nuevo y muy limpio. Pero es pequeño, pequeño. A la hora que bajo apenas hay gente así que me tomo el café sólo sin azúcar y con agua mientras me fumo el segundo chesterfield del día. Estos días el sol golpea con fuerza el local para matar los restos del otoño. Eso hace que cada día haya más gente. Hoy no se cabía. Estaba lleno de un personaje tipo que habita por mi barrio que supera al vendedor con muestras y maleta (bendito Willie Logan) pero no llega a esa difusa figura que conforma al ejecutivo que, traspasados los último noventa, tienen cara de bolsa de deporte, porro a las diez, y con más miedo a los cuernos que a las putas. El servicio, por supuesto, andino (el del bar y el de los del miedo).
Tenía dos opciones: cambiar de local o sentarme en la terraza. He hecho lo segundo pero mientras me sentaba pensaba. -no me cobrarán unos céntimos de más por sentarme en la terraza. No lo aceptaré

Me la he jugado. He apostado todo al color café. No hubiera vuelto a consumir en mi vida nada en el bar pequeño si me hubieran cobrado más de 1’10. El café estaba bueno y muy torrefacto. En fin... ha llegado la hora de pagar. No me he atrevido a preguntar cuánto es. Así que he dejado un billete cinco euros sobre la barra.

A cámara lenta he visto cómo se acercaba una mano con un platito de plata que traía las vueltas. Ahí estaban los 3,90 de vuelta. Los he cogido con fuerza y he salido con el puño cerrado. He tenido una buena mano. No quiero seguir jugando. Me llevo las ganancias

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Veo tus 10 y 40 duros más. ¡Jesús! ¡un triple mojado, cuando puedas!

12:57 a. m.  

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