viernes, octubre 31, 2008

el 7

El siete no es un autobús cualquiera. Porque el 7 no te transporta, te mece desde casa al trabajo cada mañana, como una cuna colectiva cubierta y espaciosa. Ahí estamos los de siempre, la creativa que va hasta una agencia de Manoteras con su i pod, su revista de diseño gráfico, que quiere ser algo grunge pero se queda en mona con voz de pija y mayor de lo que parece. A veces se sienta con ella la que parece secretaria de dirección, habladora y maja, que cuenta cosas de su novio. Ni la creativa mona ni el creativo que llega dos paradas más tarde respetan a la secretaria de dirección y es una pena porque es una buena persona. Luego esta la que tiene la piel suave y los ojos azules, guapa sin sacarse partido. Creo que trabaja en inmobiliaria aunque le pega más un despacho de abogados. Los viernes se compra un tortel y se lo lleva a su casa y ahí lo disfruta junto con el último best seller. Está pensando apuntarse a match.com. Bajamos en la misma parada. Hay tambien, en esta cuna gigante, un solitario que tira a informático que lee prensa gratuita que también se sienta en la última fila, como yo, donde nos ponenos los malotes y no nos amenaza la presencia de alguien a quien cederle el sitio. Por último, y no por ello menos importante, la andina que lleva a un niño al colegio. Nunca ha tenido que reñirle y parece que se llevan bien y se obedecen y respetan.
Cuando estoy llegando, en la curva anterior a mi parada el bus me balancea por última vez. Es su manera de decirme: que tengas un buen día