miércoles, febrero 17, 2010

Ornitología para un águila

La Academia de San Fernando es un mini prado. Hay que ir desayunado porque el síndrome de Sthendal no deja de acechar. En cambio, si vas al Museo Romántico debes llevar un buen puro porque al lado del comedor, pasado el gabinete, hay un fumador donde los hombres se dedicaban a pensar en conquistas verdaderas y posibles mientras sus mujeres, en el otro ala, escribían cartas de amor a sus amantes fogosos y clandestinos.
Lorrie Moore, que no confunde la falta de sofisticación con la ternura, hace una gran pareja con Glen Gould y la haría conmigo si un día aceptase un steak tartar en el Caripen o en La Clarita. Escribe así: precisamente cuando creía que la vida había vuelto a la sencillez, su madre le daba una nueva porción de mundo que debía organizar. Luego, en la frutería grande, en la que ponen música disco en el área de hortalizas, meto en la misma bolsa los pepinos y los pimientos verdes italianos. Suelen coincidir a 1'69 y cuando paso por caja la cajera fumadora mira con turbación a la bolsa mixta. Pero reacciona bien. Llevo también dos pomelos sueltos que coloco con suavidad en la pequeña báscula que me sonríe con sus números rojos y digitales.
Mi ex ordenador está ahora mismo siendo intervenido por tercera vez para recuperar su vida y mi pasado. Está en buenas manos.