domingo, noviembre 04, 2012

Diálogos


Ayer, tras una hora de cardio y un par de saunas, en el sofá, a las doce, tuve la sensación de no tener absolutamente nada que hacer en todo el día. Esta sensación puede ser horible y deprimente y, también, muy placentera. Ayer fue del tipo de la segunda y, como suele ocurrir cuando se está bien, repasé el Madrid en danza, saqué buenas entradas y puse una lavadora. Y lleno de optimismo, con la sesación de nada pendiente me rebañé con Marina el Reina Sofía.

Pasó lo que siempre pasa: mientras Calder y Miró dialogan no detecto a Delvaux y confundo a Chirico con Magritte. Klee y Ernst se me escapan continuamente y solo a veces reconozco a Balthus y a Beckham. Judd y Tanguy me apasionan pero si no leo el cartelito no adivino que son ellos. Creo que Mapplethorpe es el único fotógrafo que reconozco.  Leger me deja con la boca abierta pero nunca me acuerdo. Rothko sigue siendo mi favorito. En cualquier caso no estoy dotado para exeriencias visuales como para expresiones que leo y jamás olvido. Por ejemplo, ayer en lugar de retro me encantó un cartel que decía "deliberadamente anacrónico".

Luego en el Bernabéu perdimos pero el color verde de la hierba impresiona más que el violeta de Kleim. Jamás lo olvido y siempre es más de lo que recuerdo.