lunes, noviembre 17, 2008

Me cairo






Para descansar, de paso construirme el pasado, mirar y ser mirado, me voy a fumar a gusto a mitad de camino entre África y el Islam, con un ángel en la mochila, a bañarme en los sonidos del backgamon entre vendedores ambulantes que quieren embaucarte como lo hacen con las cincuentonas rusas, según dicen, y secarme en las hamacas de rayas de otra época. Y entre piedras que no sobrecogen, al fin, descanso de mí, del enviroment madrileño, de la sed y del empacho, para distinguir entre la soledad y la lluvia.

En el Cairo te pican los ojos por la contaminación y huele regular, pero no a pobreza, y hay oficiales de blanco que custodian oficinas postales, dulces bocinas de coches tan viejos como el mío y rascacielos alejado cortésmente del río Nilo. Pañuelos, esencias y especias, basura, burdeles, lascivia oriental, edificios comunistas, ritmo.

En una generosa ensalada creativa nos revolvemos los viajeros dando nuestro mejor sabor poco antes de salir a comprar unos souvenirs que no necesitamos.

Murakami me da vida y me humaniza. Daría mucho por ser humano y no una peonza que gira sobre neurosis de madrugada y matinal sobre la inteligencia peor entendida