sábado, junio 27, 2009

Ella tenía la astucia de un animal acorralado


¿Cómo decirle a esa mujer de 60 años, de belleza enfrancesada y silenciona, arrugada por la nicotina y con el pelo lleno de canas que estoy interesado por ella? No me cree. Claro, no imagina que me gustan tanto las mujeres imposibles, las situaciones extremas y el mundo subterráneo.

Un carrito de niño tirado por padres almerienses rasga la escena como una cuchilla de Buñuel.

Las empresas han cambiado a sus ejecutivos por habitantes que se asustan ante cualquier propuesta singular y atrevida. Cuando las oficinas estén desoladas, unos se comerán a otros en el acto final de esta crisis estéril.

Así termina Justine: Clea interpretará mi silencio según sus propias necesidades y deseos, y vendrá o no vendrá; ella es quien debe decidirlo. ¿A caso no depende todo de nuestra manera de interpretar el silencio que nos rodea? Estaré donde siempre, aquí, fumando frente al mar.

¡Ups! Con tanto rollo olvidé decirle al camarero que las navajas son a la plancha y no al vapor. ¿Será demasiado tarde?