miércoles, septiembre 02, 2009

En la casa de un narcotraficante turco...

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Lanzarote va de guapa y lo es, pero su belleza no es sangrienta, quiere ser orgánica pero no hay vísceras ni bagaje ni dolor. En la casa de Omar Shariff vuelvo a recordar que él nunca fue Sandokan, y sí el atribulado Doctor Zivhago todo el día bajo la nieve y la guerra. En la playa del Papagayo hay visitantes de agosto y la playa ha encargado para su arena un pantone que no cococía. Luego está Famara, de playa espléndida y surferos que huyen de estas fechas, con la piel rajada por sus vientos y por los encuentros de belleza eternos. En el pueblo hay un fiesta popular; cantan el venao y se esconden detrás de las gafas de Dolce y de Gabbana siempre equivocadas y falsas tapando con ellas la belleza insular insulsa y dejando a la vista los cuerpos y cuerpecillos post adolescentes, lejanos ya para mis gustos. Mezclados de sol y agua y de deseos no reprimidos se enarenan y rozan entre sí como si Truman Capote coregrafiase el show desde un zeppelin con megáfono en mano. Toda mujer lleva una gogo dentro -dice Miguel, mientras somos felices entre el desfile de cuerpos y de Johnnie Walkers. Luego, en el chino, conversaciones agridulces con borrachera, confidencias, sake y una camarera china que ya habrá tirado mi numero de teléfono.

Bolaño, sólo apartado un momentín: en el tiempo que nos lleva autolesionarnos con el esplendor en la hierba

Almodóvar se siente Manrique y Manrique copia a Tapies por la muerte de su padre. Hoy cocinas tú, y ponemos gasolina al smart y el anfitrión reparte minutos de excelencia a su atribulado público. Hay trabajo creativo individual y por parejas. Los dobles mixtos, como los sandwich, han quedo atrás, en la juventud supongo. Nazaret está desparramado sobre su montaña con materiales de segunda residencia de burguesía de gran ciudad donde los profesionales liberales de éxito se esconden y se reprenden a partes iguales. Y también Teguise, evocador y blanco, aloe vera, casas blancas, confort. Hablamos de la gente normal, como nosostros y nos hubiéramos quedao aquí en esta casa de narcotraficante turco para siempre en un arresto domiliciario con la despensa llena de Bolaño, admiración y concordia. Y orfidal

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Me encanta tu chorreo descriptivo narrativo

Ya por aqui o por alla?


La vesina

6:13 p. m.  
Blogger Manu Espada said...

Casualidades. El taquillero de la casa de Omar Shariff y la jefa de la misma son amigos míos, si me lo hubieras dico a tiempo sabrías la verdadera historia...

6:01 a. m.  
Blogger Unknown said...

gotcha!

12:18 a. m.  
Blogger Pedro Valdés said...

Claro, en la casa del narcotraficante turco, lo que nunca puede faltar es el orfidal.

11:59 a. m.  

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