domingo, julio 25, 2010

domingo

Ni el Circo Price , ni el cabaret -la metonimia más grande del mundo-, ni la compañía eran garantías de final feliz, pero el espectáculo estuvo bien y aunque el final de la noche, mejorable, fue una velada estupenda. Se podía beber y comer aunque no fumar. El humo, tan necesario en el cabaret, -jódete- venía de las máquinas. El espectáculo tiraba más al exotismo romántico que al barroco de su cuna. Después, por el bar pululaban los artistas hablando en inglés, bellos y con ronchones en los brazos, supongo que por errores en los ensayos.

Hoy domingo, por fin he acudido al Jardín Botánico, mi lugar preferido para las citas, todavía virgen, por cierto. En en el invernadero viejo huele a aljive de infancia y la humedad me pone amoroso y cachondo a la vez. María y Marcos aman las plantas y yo les amo a ellos.

Depués, en el Prado, Turner, no es para tanto. Los visitantes, a veces, no dejan ver los bosques.

1 Comments:

Blogger Unknown said...

Pues a mi Turner me gusta mucho. Las primeras veces que fui a Londres siempre sacaba un rato para ir a verlo. ¿No sería un problema de los visitantes como dices?
Siguiendo tus consejos, paso de ir a verlo en Madrid.

1:25 p. m.  

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