martes, enero 25, 2011

Zapatos


Vivo en la calle de los zapatos. Hasta aquí llegan en la mañana los aromas de la burguesía de Madrid, madres e hijas hablando de nada sin parar ni escucharse de acontecimientos familiares, quejas familiares, proyectos de compras y recuerdos de otras compras. Son las de Chamberí, que cruzan Génova con su bolso colgado en el brazo, mano y muñeca en tensión mirando para arriba; las madres exhaustas de machismo, ingratitud y maldad de la propia y, las hijas, aburridas de infildelidad y también aburrimiento. Vienen por venir, no comprarán. Se fían más de El Corte Inglés.

Tras cruzar Recoletos llegan a veces las de Salamanca, madre e hija de la mano, bolso a la altura del hombro y mechas más recientes que las de las anteriores. Pisan fuerte, viven en otro mundo y creen que el suyo es el de todos. Esconden en la mirada algo de bondad insulsa y cierta sensación de objetivo cumplido. No hay en la relación filial demasiado conflicto; siempre que se venda la casa del abuelo.

Y algunas veces, pocas porque compran más en el extranjero, llega ese clamor femenino, aupado sobre un rodillo de algodón que alfombra a su paso lo que pisan y dejan atrás eriales de vulgaridad, acera gris y barbecho urbano . Su belleza es intangible y transparente, tanto que pueden pasar desapercibidas. Van sin madre y sin mechas, hojas solitarias que flotan en una piscina en invierno. Son las de Almirante, Piamonte y Prim. Quizá estén pasando los ocho meses que dura la reforma de su casa en en un apartamento de Goya que se alquila por meses. Pero lo suyo es Barquillo y sus perpendiculares donde vuelven siempre que pueden sin saberlo, dejandose balancear por el teleferico invisible en el que viajan encantadas de ser salpicadas un poquito (o más) por el pequeño lúmpen de Chueca, de comprar una botella de Solans de Cabras a cualquier chino o mirar de arriba a abajo a ese chico de las Converse que parece un músico. Repletas de vivir tanto y tan bien vuelven a este barrio con ganas de dar un mal paso en una noche de comida asiática y copa sin prejuicios con cualquier cliente a poder ser noruego o alemán felices en su libertad y en su trasiego, sin nada que les espere cuando vuelven a casa y reciben un sms volandero que les hace más fuertes que nunca, siempre que sean capaces de mantenerse al margen de un proyecto de pareja que mejor sería diesen ya por descartado.

3 Comments:

Blogger jmargen said...

la vida en el límite

10:03 a. m.  
Anonymous gárgara said...

la de veces que habré estado en tu calle, con y sin madre, siempre sin mechas, curioseando, buscando e incluso comprando zapatos...

2:28 a. m.  
Blogger ESPACIO TRACER said...

el otro día fui, me compré un botín de ante con tacón de cuña, tacón de "tocino" me dijo la vendedora, llegué a casa me los probé y me dí cuenta de que me estaban grandes, me fui a la calle, me compré unas plantillas de borreguillo, me los volví a probar, seguían como pequeños por delante y grandes por detrás, volví a la tienda para que me devolvieran el dinero y no lo devuelven, te dan un vale por tres meses para otra compra, así que ahora tengo el estrés de que no se me olvidé y que antes de tres meses encuentre algo que me guste en esa tienda para perder mi dinero...no salió bien

12:35 p. m.  

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