Semana del romanticismo en Madrid
A Delacroix le gustan las curvas y le pone Lord Byron. Tiene un chaleco verde y su padre es rico. Es epigonal y hace de puente entre el barroco y el romanticismo, entre el negro y el rojo. Busca la connmoción y es extremadamente sensible al sufrimiento en soledad. Debussy descifra el héroe infructuoso, es decir sonoriza la desdicha y la frustración y Bob Wilson convierte a los suyos en pinochos articulados. Phuskin le tira los trastos a una mujer y su marido le reta en duelo y le da una pistola trucada. Muere.
Inadaptados y sensibles, singulares y dandys se cuecen lentamente en el hastío vital y huyen a lugares exóticos donde probablemente contraigan la sífilis y se contradicen y creen haber encontrado el amor y al verse equivocados se afligen o se pegan un tiro frente al espejo o beben vino en un porrón mojados de lo popular travestidos y juguetones. Se dejan la piel al minuto y la intensidad les explota a la altura del pecho.
Si te cansas de no saber quién eres, un poco de romanticismo vale por cuatro libros de eneagrama.
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