Madrugadas
Ayer, magníficamente acompañado junto a unas cervezas, tuve la asunción de pertenecer a la vida, de ser un pequeño fractal andante y orgánico en armonía con el momento y el devenir. Pensé que sería solo cuestión de dejarse rodar.
Media hora después, al volver a casa, bajo mis botas fuertes y el suelo frío y mojado sentí, de la ciudad, su muerte.
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