miércoles, julio 29, 2009

La piscina de la Autónoma

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Los tatutajes se abren camino entre las toallas y las chicas se despelotan con y sin miedo. Las duchas, más firmes que nunca, vigilan la piscina donde unos forzudos nadan con bañadores deportivos. Fer se pone crema en la calva; una veterana se quita los pelitos de pezón y otra más joven de la entrepierna, esta vez con pinzas. Un adolescente deja correr una pelota de tenis a lo largo de la espalda de su amante padre y una chica escribe a boli sobre la pierna de su novio. Hay cocacolas con pajita, bocadillos de pavo, chicas con gorra y maceteros llenos de colillas que trabajan en verano como ceniceros con licencia; también alguna baraja y trasiego de bikinis húmedos y secos que se quitan y se ponen sin estrategias prevista. Preside una gran cruz roja que parece un cuadro de Warhol. No hay niños y se transmite un ambiente civilizado y nórdico. En silencio, los bañistas piensan en la jornada laboral de la mañana y sólo las pieles cercanas le sacan de sus problemas. Por eso están aquí, para naturalizarse y mirarse en las espaldas brillantes de la belleza. Esta noche tenemos plan.

Una mirada rebota en la suya y desaparecen las dos.