viernes, mayo 18, 2012

Miradas de reojo a los frijoles en remojo


Esas cosas sencillas como comprarse una tabla de madera redonda del tamaño del Camembert y untarla de aceite para que no se quiebre; cosas como saber que Robert Lepage tiene poco que contar, que las formas ganaron la guerra a los contenidos. Esa cosas como descubrir que conecto más con lo judíos (Amis o Below, Auster por supuesto) que con Javier Marías. Esas cosas que no aprendo, que no,  que el mío es el 45, y el 44 por "mucho que dé talla" no me entra. Esas miradas de reojo a los frijoles en remojo, que ya tengo ganas de ver mañana cociendo a fuego lento, como se cuece la buena amistad. Esta noche con Curtis y Lancasater en blanco y negro iluminando a escondidas mi casa, sin voz, para poder escuchar una balada de Feist o de Regina Specktor con el mate en la mano y amorrado a la bombilla, trabajando bien, haciendo las cosas bien, escribiendo para mí y por encargo,  también bien, o  recogiendo un post que cae de una higuera y que apreso como un higo tardano de septiembre. Estas cosas como el calzoncillo grande que compré en Londres y ahora uso de vale-para-todo. La frase de Carlos: la Excel no es dócil, el segundo vino de Rogelio o las anecdotas de una sesión sado que vi en tribuna y medio le cuento a Lu. Cosas tan estúpidamente importantes como la salvación de Real Zaragoza, u otras absolutamente medulares como la mejoría a la que me someto más preocupado por fin de mí que del resto. Y esa infraestructura deliciosa de gente fronteriza y amiga que llaman para nada o responden a todo, o te hacen un favor, otro favor.
Esas cosas tan de Serrat que, por cierto, ¿alguien sabe donde está?.

¡Ah! Y una glicinia trasplantada; en estos momentos estirándose y abriéndose de raíz en su nuevo tiesto.