domingo, marzo 08, 2009

Diario 7 de marzo

Cuando un día empieza con un partido de tenis regalo la tarde y la noche al azar. Lamentablemente me he lesionado los dos gemelos, en los que parece una greguería marciana y quizá no pueda jugar en un tiempo. Después he invitado a Manuel a comer y me ha contado que, estando en Shangai en un partido de pretemporada con el Real Zaragoza, regaló dos entradas para un partido a un profesor de Taichí que había conocido en un parque. A cambio este le dedicó un show de saltos, giros y espadas sólo para él. Dice que jamás podrá olvidarlo. Después he siesteado y malgastado el tiempo entre información deportiva e imágenes mientras decidía que saldré de viaje para Lanzarote, como Houllebecq, a un resort y me dejaré arrancar por los vientos de la zona algunas partes de los hemisferios del cerebro. He visto unos cuantos pisos en idealista porque no soporto la idea de mudarme a un guardamuebles aunque sé que esta última es la mejor opción. También he pensado que estaría bien trabajar un poco más antes de hacer el viaje, el otro, el importante. Hoy es el cumpleaños de Carmelo. Mañana sería el de Alberto. A Javier se le ha "pasado" despedirse antes de salir de su largo viaje. Hubiera preferido que se hubiera ido sin más, como siempre. En la noche leo los diarios de Cheever. Parecen un blog de los años 40; es sutil y está lleno síntesis cobardes. Interesante, parece que no se atreve a escribir la verdad. Le encanta la naturaleza cotidiana, supongo que como la que ofrece la Casa de Campo por la mañana. También le gusta el olor a mermelada, compotas y demás. Creo que se refugia en el olor para sentirse sensible y contrarrestar las aberraciones que se le pasan por la cabeza y que ni siquiera se atreve a escribir en su diario.
Por la noche no ha llamado nadie; estoy muy cerca de que esta situación me plazca

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Durante bastante tiempo leía esos Diarios antes de irme a trabajar, mientras desayunaba. Si conseguía sacar esos veinte minutos antes de salir de casa el día comenzaba realmente bien, me sentía preparada para todo. Nunca pensé que no me creía a Cheever. Lo sentía como un amigo, alguien a quien acompañas un tiempo. Todos mentimos, a veces es el único modo de tantear la oscuridad. ¿A quién le importa? Como escribió F., “hay, en el cielo y en la tierra, muchas otras cosas además de la verdad.”

7:16 p. m.  

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