miércoles, marzo 11, 2009

hipocondria

http://www.schemamag.ca/archives/Almodovar%20collage.gif
Escucho la melancolía de Air en el mar y repaso la orla de mis compañeros del el pack de vacaciones practicado sin pulsera pero con pulso. Veo las caras de Cheever, Ernst, de Fitzgerald, Bacon o Vilamatas, y de paso aunque la fotografía no es buena, a Coetzee . El tormento de todos ellos está en venta, y no creo -me dice el capitán- que tengan algo más que vender.

Desde mi adolescencia las únicas rutinas que he mantenido hasta hoy han sido fumar y ver los estrenos de Almodóvar, que vende pasión y vanidad inocua y merecida; le encantan los portales de Juan Bravo y la burguesía de capital. Ahora vuelve. Sus películas son para mí como un partido del Mundial. No le interesa el tormento y es de agradecer. A cambio padece migrañas, broncoespasmo, fotofobia y tinnitus. Cuando hizo una rueda de prensa tras su Oscar, Carbonell le hizo la pregunta del siglo: -¿Qué, Pedro, contento de haber dejado telefónica?

Lo que yo hago realmente no es gazpacho andaluz; es puré de gazpacho.