domingo, noviembre 21, 2010

Disimulando la soledad

Correteaba Tero Saarinem por el escenario y era emocionante. Parecía un conejo de monte, elegante y escandinavo De pronto se paraba, levantaba la frente y la barbilla y caminaba suave y enérgico como un soldadito de plomo homosexual y dulce, imparable. Estremecía; le veíamos exhalar su sudor, sus piernas afeitadas, su esfuerzo y su talento. Su nivel. A María también le gustó este danzar.

Un día antes, Bárbara había cometido un talentoso acto de pictofagia post impresionista. Ha puesto su talento al servicio de una multincional. Ella, que fue quien me enseñó el camino en el arte no lucrativo se mostró flexible como siempre para aceptar trabajo de encargo. El picasso que probé llevaba tapenade, sobrasada, espinacas y dulces de todo tipo que dejé pasar por no ser goloso. Todo estaba muy bueno aunque yo no conocía el cuadro. Culpa mía.

Dos días después después del evento de Braun que celebraba la primera batidora sin cables, Luisa, Santi y yo nos alegramos de ver bailar a una floja compañía israelí de diez personas con un público en la sala Roja del Teatro del Canal bello y semiguiri, residente en Madrid con ese caminar de quien ha pasado horas de ensayo en una sala durante años con el objetivo de bailar como un maldito y no ha cumplido su objetivo. Su belleza les tapa la derrota y su caminar, sus giros entre butacas te dejan con la sensación de que merecieron más. Ahora serán estilistas, diseñadores gráficos, guionistas, actores o modelos publicitarios. Cualquier de estos oficios tan venidos a menos les quedarán muy cortos.