Surcos

Debajo de casa, en la terraza, conviven los currantes de la vida con el maduro gay aspirante a gatopardo que sale de caza. El dueño de la cafetería parece haber decidido que para cobrar 2'70 por un vino hay que poner una tapa rumbosa que lo justifique. Se agradece la intención aunque el resultado es mucho vino y muy malo; mucho pan y muy malo.
No es un gran sitio. No es -como dice Bergman- un gran espacio que descansa en el silencio y la penumbra que es el principio y el fin y casi todo lo que hay entre medio.
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