miércoles, marzo 16, 2011

Prejuicios

Tenía sonrisa franca y sombrero singular. Tan majo que pensé que era un maricón borracho. Y como lecciones te da la vida, resultó ser un equilibrista que trabaja en el Circo Price. Australiano, me contó que el próximo jueves lo dejaba, que era su última función. Que sus mujer y dos hijos le reclamaban en las antípodas y tenía ya cerrado su nuevo trabajo como gardener. Nos tomamos unas cervezas en un antro que dejan fumar y compartes espacio con la prostitución de ballesta, algún chapero y travestis pacíficos que se convierten, horas después, en macarras peligrosos. Nos invitó a unas rayas pero declinamos antes de que esa noche corta se convirtiera en una mala canción de Sabina.