sábado, enero 07, 2012

Lo que pasa cuando bajas a leer el Babelia un sábado por la mañana en Chueca

Pensaba que, frente al riesgo de la compañía, estar solo siempre era una garantía. Entonces se fijó en una pareja en la mesa de al lado. Ella leía el Babelia y él no; sólo fumaba y estaban cogidos sólo con dos dedos y en silencio. Esa alianza le gustó tanto que buscó en su periódico el mismo artículo que ella leía para participar así de ellos. Era sobre Caballero Bonald y hablaba de juergas indecorosas, de estirpes lunáticas, de situaciones límites, noches que duraban dos días, necrológicas, predisposición a la desobediencia y de las vidas licenciosas. Caballero Bonald parecía un semisabio y se preguntó si hbía que serlo para escribir bien, o si los sabios escriben bien sólo por lo que saben. ¿Conocerían Foster Wallace, Cunningham o Franzen la obra de Homero? El Romanticismo seguro que sí porque sigue en vigor, aunque esto no lo sabe nadie.
La mañana le subía por los pies y el sol le cosía la sien a la vida. Unos vinos taponaban su ansiedad permanente y a la plaza se le escapaba la belleza por el sumidero del fin de semana. Pasaron dos lesbianas como monjas y una dependienta entró en su zapatería con esos andares de propietaria en potencia ¿Quién se sentará después de mí en esta silla y se quedará con parte de mi energía?
Los dos más modernos de cualquier provincia entraron por el callejón y pensó: estos.