sábado, septiembre 01, 2012

Isla de Lamu


Vi una espeluznante pelea de burros, fui al aeropuerto en velero y Abdul,el Guia, me ofreció todos sus servicios. Con la persona adecuada podría quedarme a vivir en Lamu cinco años. Pero claro, también podría hacerlo en cualquier parte del mundo; en Chueca, por ejemplo. A esta isla es mejor venir acompañado aunque, si estás solo, pasan cosas y te encuentras a los de siempre. En una ONG, a  la directora, que ni es atractiva ni no, ni es maja ni no, ni tiene estilo vistiendo ni carece de él. No lleva sujetador, se deja rodear negros adolescentes y va descalza. En un hotel a los dueños, una pareja de belgas que se dan por satisfechos theirselves insoportablemente y no me prestan un poco de su wifi. En un restaurante a  una americana madura que vive ahí y desayuna, aburrida y sola, en el único sitio que hacen café expreso. No sabe aún que la vida se construye con personas y no con paraísos. Habrá también cerca un cura moderno, un hippie hablador y llegará algún ejecutivo de Telefónica. Estos lugares, cuanto más alejados, más previsibles. Los lugareños, mientras tanto, ofrecen sus cuerpos al sol, los veleros de madera y sus dientes blancos a europeas venidas de cualquier lugar, seguramente huyendo.

Empujado por el viento mi cuaderno se desmelena al pasado. “Me encanta beberte y fumarte, y meterme en tu mar desdichado y fugaz, en tu ropa negra y quitarte el reloj y todo lo que tienes sin valor. Y preguntarte en cualquier idioma qué quieres esta vez. Escribir en un rincón de tu piel un corazón de Bic.” 

Salgo para Abisinia en unas horas.En este otoño tendrás que saber si, frente a tu amor amortizado, te interesa más lo latente o lo novedoso.