martes, mayo 07, 2013

No me gusta la primera persona

Me da pena guardar los calcetines de lana cuando llega el verano, con los que duermo los días en los que el virus de la intranquilidad recorre mis sistemas y me siento arropado y remoloneo y sobre mí mismo, giro y los pies se convierten en dos copitos de lana.
Me desagradan los músicos callejeros que en verano conectan sus instrumentos a un altavoz para sacarse unas perrillas y chantajearte con su buen rollo y romper la siesta o cualquier conversación, esos que molestan a cambio de nada y que hacen que  cuando un día escuchas un acordeón parisino descubras el verdadero sonido del instrumento. 
Me encanta un arquitecto con un metro en la mano, midiendo distancias, poderoso, febril, implicado. Me gusta esa moda femenina y atrevida de las transparencias, mujeres al fin sin miedo, caminando erguidas y felices para el deleite de los estetas y supongo de los pervertidos. Me aburre el desánimo, la queja constante y el pesimismo del que yo a veces tampoco me libro.
Me encantan los días soleados de primavera con Radiotres de fondo y tu coche, altivo, dándose un garbeo por la castellana o similar. Me gustan a llamadas imprevistas, las cervezas de un trago, un poco de música en una casa acertada, la música y la casa, me gusta el olvido saludable y la exigencia personal. 
Me entristecen los amigos tristes, la tristeza, el error, los planes rotos, la cobardía.

Me emociona la humildad, cada día más.