sábado, mayo 25, 2013

Sentarse en tirso de molina (metonimia)


Si te sientas al lado de los puestos de las flores, su olor te distrae de la tapa a traición que intentan colocarrte los camareros de pelo afritangado de los bares de la plaza que llevan las sugerencias del bar en su propia camiseta. Me recuerda a un antiguo peluquero que pensaba en hacerse rico colocando publicidad en los baberos de peluquería. Hay en La latina una belleza que crece a medida que yo decrezco. Se ve el frescor de las chicas que eligen verdes militares para su atuendo y mucha ingenuidad en los chicos barbados, que andan seguros en su desidia sin darse cuenta de que su novia, un día de estos, se cansará de la desidia, de la barba y de los rollos macabeos que le suelta sobre el cine de Roselini. De la pastelería de la plaza salen gentes felices con su merienda poslaboral y algunos, los superfelicísimos, hablan con la boca abierta llena de bamba y nata en lo que supone un acto de espontaneidad al prójimo sin igual. Pasa algún indigente, últimamente con jersey de rombos, malvado y sucio y algún americano da una clase de inglés con ese empaque de los profesores de idiomas nacidos en una cultura que lleva años cultivándolos, a ellos y también la metodología más rentable. Todas las floristerías de la plaza pertenecen al mismo dueño. ¡Toma diversificación comercial!
Me acuerdo de aquel diálogo de Shame en el que él comenta esa estupidez que alguna vez he comentado yo mismo para impresionar a alguna chica: "mira, esa pareja lleva diez minutos sin decirse nada. Vaya fracaso". En la película ella, responde :"igual están conectados".
Una chica compra pan para cenar. Se puede confiar en alguien así.