domingo, marzo 22, 2009

Menos es más

Sería el escenario de película sobre profesionales catalanes liberales si no fuera porque Ramón llama feto al fruto del embarazo de Laura Granmujer, se hacen chistes con la cocaína y Ramón se amaricona de manera excelsa. Además, -o de menos- sobre la mesa no hay mantel, ni guacamole, ni hummus, ni tabulé.
En realidad, esta reunión de vieja guardia no tiene nada de catalana y sí de muy madrileña; cada asistente con su propio desperfecto, cada canción recubierta de soledad, cada mirada, perdida, como una llamada perdida. El novio del anfitrión no está. Se ha marchado fuera y ha dejado a Ramón sin comida y sin tabaco. También sin dinero, seguramente, para que no se lo beba. Jugamos a que nos interesan la crisis, la caída de los precios de los pisos y los abrazos rotos y así nos interesamos unos por otros y nos gusta estar de manera suave, en la brisa, ahora que las pieles se arrugan, mientras en el aire que sube a la terraza desde la calle Jorge Juan flota el bulo de mi éxito profesional, que alguien ha debido propagar de manera exagerada y falsa, supongo que Virginia, cuyo nombre también flota junto con las cicatrices de Jero al que muy pronto van a sacar de aquí.
También está Pablo -esa especie de oráculo portátil- con algo de elfo, sin trampas, con arrugas y en paz. Y yo también. Y no me siento como un globo amarillo que se deshincha de golpe, chirría y vuela por un salón de padres, entre figuritas de cristal, jarrones imposibles, artesanía africana y algún espejo endorado.
Vuelvo a casa pensando en albóndigas frías y en que las mujeres que quieren follar conmigo no me lo dicen y las que quieren dejar de hacerlo tampoco, pero no follan más.