martes, octubre 20, 2009

When actitudes become form

En la Bardemcilla ya se puede fumar, motivo por el que vuelvo y la camarera que, de tan mala que es, es buena me pregunta si me he retirado de la mala vida. Tiene las dos tetas de siempre y ese esquivar de la gente corta de autoestima y con el cutis desgastado de genética y fragores. Ente plato y plato J. me dice que en el mometo en que en un bar le reconocen, deja inmediatamente de ir y luego, en el segundo, entre pijotas añade que los psicólogos siempre han tenido complejo de inferioridad.

Luego pienso en en los lugares de trabajo que frecuento, que parecen más centrales eléctricas que lugares experimentales, expansivos y cambiantes donde la organización del espacio y de los objetos deben retar la capacidad mental y física de los participantes permitiéndoles fluir por un espacio y un tiempo generadores de un disfrute tan pasivo como activo. Están llenos de personas, rémoras para el arte, que se creen soles y sólo son meteoritos errantes a los que nadie, en el fondo, presta atención. Humillan pero no queman y finalmente siempre son ellos los humillados, pateados y escupidos, execrados y mutilados, humillados de verdad.

Marcos me cuenta cómo se hace un aeropuerto, Guillermo habla de lo sensible del mercado financiero y de las decisiones humanas que lo albergan. Jesús cuadricula los versos de Elliot. Manu recuerda los esfuerzos que su mujer olvida. Carmelo siempre de paso. Camino quiere opositar. Fer volando, Paco anda por ahí. Germán llora y un montón de gente se encadena a sus hijos aferrándose a los barrotes de una prisión que le evite su capacidad de respuesta.

¿Qué será de todos nosotros, las buenas personas?

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Me ha debido pillar en mal momento. Sobre todo por lo que dices de los hijos. Que son para ti los hijos, Antón?

11:37 p. m.  

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