sábado, septiembre 22, 2012

No es que haya pasado nada pero quería soltarlo...


Camina, entre las arrugas, bajos las tetas que caen, en las entradas de cada frente, pelo que falta, entre los adictos a nuevos infiernos y los penes ilevantables, los maduros agotados y escépticos, entre los que se dejan ir con su tripa por delante y su barba clareada de tanta decepción. Camina por los márgenes de la sociedad, entre los que engrisecen, entre las solteras con dos cojones y sube desde los pies en línea recta pasando por el sexo,  el entre pulmón, rodeando la cara y ascendiendo hasta convirtirse en un paraguas o en un sombrero mexicano que ampara y protege de la lluvia de vulgaridad o del calor de la basura. 

Así es como camina la calidad, y el que no quiera verla, el que crea que separar a las personas entre quienes la poseen y quienes la desconocen es algo nazi que me lo diga a la cara, que me explique qué tipo de personas le rodean, que me diga si la ha rozado, si ha estado en casa alguna vez con los míos. Que reconozca que el mundo, la gente, somos magnitudes. Somos unos cuantos, la gente de calidad, los que no haríamos determinadas cosas jamás, los que nos reconocemos como si fueramos maratoniantos. 

¿Tengo que darte los nombres de media docena de personas que te dejarían sin habla? ¿Tengo que explicarte lo que es tener nivel? No me da miedo. Ven y te lo explicaré. Porque estamos rodeados de gentuza, de acomplejados, de psicópatas en vigor; los veo cada vez que salgo de mi mundo y me encanta verlos ahí retorcidos en su ordinariez, en su sonrisa cutre, en su dinero guardado en la cartera, en sus comentarios previsibles, en su cutrez, en su analfabetismo integral.

Así camina el mundo, como si fuera una invasión de cazadores de cuerpos. Me protejo en mi calidad y en la de los que los rodean y si me encuentro con uno vuelvo corriendo a casa a por mi agenda donde está mi gente, la de calidad. ¿Que pasa? ¿es que no se puede decir?