Zen-a

P y J invitan a cenar. Dicen que es una cena cazafantasmas pero a lo que vamos a chequear cómo va la construcción. Y va bien. Queríamos jugar a película de Rohmer pero no sale ni de Woody Allen. Y menos con un menú tan mediterráneo a base de espinaca fresca, langostinos, el queso de P (gouda curado), otros quesos, pasta con gula y patés varios. La casa es hija de la globalización del diseño de interiores. Parece que estés en el Rabal pero está en Santa Inés, que, por cierto, estaba enamorada de San Juan. Aparecen X1 y X2, ambas estupendas, con la medida perfectamente tomada a este tipo de reuniones. Las dos están en el mismo momento de su vida, pero una está de ida y otra de vuelta. X1 parece la hermana de Lord Byron y en cualquier moento es capaz de desenvainar un florete y clavarlo en una cereza. Y2 se regocija con Y1. Desde que están juntos Yl pudo ser como siempre soñó. También está la de la pelota, la que no me dejó jugar porque la pelota era suya. Pues ahí está, escondiendo miradas, a punto de conformarse, a punto de desesperarse, tan guapa como siempre. M –se comenta- ha ganado un concurso. Se juntan en el premio –supongo- necesidades afectivas, laborales y personales. Phelicidades. ¿Qué le pasa a Mc?. Le he visto titubear; le he visto a punto de soltar una mentirijilla. Habla de Córdoba pero no es eso lo que le preocupa.
Dos de la Madrugada. Madrid ya está relajada y fresca. Después del atascazo se ha pegado un ducha y por la Castellana volvemos a casa los de siempre. Con tanto soldado, con pinta más de currante que de soldado, preparando desfile de turno a bases de series finitas, tiene Madrid algo de decorado de película de época. Depende de la canción de M80 me siento protagonista o secundario. Aunque creo que lo que yo soy es meritorio de producción.