miércoles, enero 11, 2006

Sonia




Ella decía que era sal gorda pero el gazpacho que un día me ofreció llevaba cristalitos. Luego confesó que se le había roto un cristal dentro de la batidora.

Sonia tiene el pie demasiado pequeño para lo alta que es. Eso le causa muchas y divertidas caídas y ciertos problemas de medida. Ayer me invitó a percebes. En esta dirección, en su demedida, hivió ¡dos kilos y medio de esos bichitos! Durante la cena, Pablo, su chico, introdujo una fabulosa línea de debate. El caso es que estaba la pareja en Nueva York buscando un sitio para cenar y Sonia se acercó a un indigente que desdoblaba cartones preparandose de este modo su cama. Le preguntó qué restaureante recomendaba. Pablo, cartesiano él, se debió quedar alucinado. Luego ocurrió la típica discusión de novietes.

Se defendía Sonia asegurando que ese mendigo podría haber sido perfectamente un ex ejecutivo al que un par de malos pasos le habrían llevado a la indigencia. ¿Por qué no iba a conocerse los restaurantes de esa calle?

¡Toma lección humanista!

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

en mi pueblo había un alcoholico (no indigente) pero que vivía en la calle que nos resolvía a los chavales los problemas de matemáticas

1:17 p. m.  

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