miércoles, marzo 25, 2009

El mundo es así

Se despierta por tercera vez en la noche pero ya es de día y es su hora. La del zumo de naranja y un cigarro. Durante la ducha mira el estante con geles de baño de diferente olor y escoge uno sintiéndose como Scott Fitzgerald frente a un mueble bar. Hace la cama. El portal de su casa ya está tras él, buenos días al kioskero que se encuentra de frente, café italiano y vaso de agua en lugar feo con chicas que se entregan a la barrita con tomate, y alguna viuda.
El siete le mece hasta Pradillo y, al bajar, otro cigarro y según la hora, plátanos de frutería guarra o tortitas de maíz de súper. Un cipoll le permite el paso hasta la tercera planta donde una planta extensa, semivacía, con mujer al fondo, le espera. Pero empieza por la la derecha, a él le saludo y llega hasta su silla. Tiene algo de Jack Lemmon pero la oficina no es la del apartamento.
Por el mismo precio -piensa- ha llegado unos minutillos antes. Así anuda el comodín para el día en que una noche incierta le dé por la mañana la certeza de que no puede trabajar.
Como si esa planta fuera un dosificador de pistachos caen agrupados trozos de su equipo que han dormido solos o mal acompañados. Saluda de corazón, -pese a todo, pertenecemos a algo-. Tiene amigos ahí, generados y traídos. Alguno más en proceso.
Tira de biografía; los demás, de obra.
Piensa: ya no tengo que destacar en mi trabajo; la calidad de sus colegas es su victoria.