Los abuelos de la paz
juegan a petanca en el parque de Conde Duque. Desgraciadamente ya no fuman y su apecto es fresco y limpio, nada que ver con los grises y sebáceos abuelos de veinte años atrás. Unos jardineros vagos y chuletas cruzan por delante y bromean con ellos.
Suena un pelotazo sobre la malla de alambre de algún emplame por encima del larguero.
Hay unas palomas descentradas y un lector de ABC.
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