viernes, julio 13, 2012

Henry Fonda


Se ha filtrado a través de las rajitas de la persiana un trozo de tarde seca, en esta semana que, entre otros terminares dolorosos, finaliza el tratamiento anti-biótico que me ha dejado como una seta pese las reapariciones, conversaciones interesantes y planes estupendos para salir de la pequeña catástrofe. Se me ha puesto cara de Henry Fonda en Falso Culpable, pero con un par de cervezas negras volveré a ser Jack Lemmon. Si no hiciera tanto calor saldría de la caverna platónica para tocar las sombras que se mueven y averiguar cuánto hay, ahí fuera, de real y cuánto de reflejo.

Por la noche, al volver a casa, semipedete y feliz, se oyen en Alonso Martínez las pieles frescas y los susurros de preuniversitarios que tiran del carro del amor lozano, jóvenes llenos de autoestima y con poco futuro que estiran la noche para conseguir un idilio breve y sueñan con acabar en un parque  metiendo mano a una persona cuyo nombre no recordarán dentro de dos años. Cuando llegas a la calle Pelayo todo está suave, camisetas de tirantes y barbas cuidadas dan al guetto un tono playero mientras pienso en el reciente amor imposible con la persona perfecta y recuerdo la frase de Sonia en un instante esplendoroso: siempre he sabido que yo soy yo; no mis circustancias.