lunes, julio 09, 2012

Malcolm Lowry

Tengo vinculado el descubrimiento de mí mismo y  mi pasada tendencia al abismo a las lecturas de Hemingway, Fitzgerald, Capote, Cheever y otros alcohólicos, y a las adaptaciones de T. Williams que, en la época de la inmadurez,  me llegaron a poner en situaciones que no debería haber vivido. Hoy me siento más cómodo con los judíos pijos de Nueva York (Roth, Below, Auster, Leavitt o de Lillo) Parecen inofensivos y buenos acompañantes para estos días más sosegados en los que la madurez afortunadamente sigue sin aparecer.
Esto lo he leído en Malcolm Lowry, que pertenece al primer grupo, quizá el párrafo más triste que se haya escrito nunca:
–¿Recuerdas cómo  la noche anterior a tu partida concertamos de hecho una cita para cenar en la ciudad de México, como si hubiéramos sido una pareja de desconocidos?
–No acudiste a ella.
–Fue porque a última hora no pude recordar el nombre del restaurante. Solo sabía que quedaba por la Vía Dolorosa. Fue aquel que descsubrimos juntos la última vez que visitamos la ciudad. Entré en todos los restaurantes de la Víaa Dolorosa buscándote y al no encontrarte me tomé una copa en cada uno
–Pobre Geofrey
– (...) Ahí me tenías vagando de la ceca a la meca, forcejeando y creyendo todo el tiempo que si solo hubiera podido dar contigo lograría impedir que te marchases al día siguiente.

1 Comments:

Anonymous Chendo said...

Es una barbaridad. Bello y fatal al mismo tiempo.

8:38 p. m.  

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