viernes, septiembre 30, 2011

Me encantaría que hoy fuese tu cumpleaños para regalártelo.


martes, septiembre 06, 2011

La belleza involuntaria

Carlota quería dar un paso al frente: quería eructar y dejar de leer a Luis Alberto de Cuenca. No quería ser una ángel, ni bueno ni malo, y dejarse tocar. Quería tener un coche que no se pudiera descapotar, llevarse mal con las mascotas, disfrutar de un partido futbol del mundial. Comer en un MacDonald’s, llegar de mala manera a final de mes, tirar al suelo una colilla, bajar de internet las películas que le apeteciese ver, no responder a un mail, no responder a un sms, no acordarse de los cumpleaños de nadie, poner los cuernos a quien hiciera falta. Hacerse la enferma, hacerse la estrecha, hacerse la cera en un sitio barato, cambiar la rueda del coche, buscar la varilla del aceite y medir con diferente rasero. No quería viajar más ni conocer más si era así como viajaba y como conocía. Ella quería escuchar al El canto del loco y leer a Larsson en vacaciones. Quería quedar con cualquiera y hablar de ropa y de cosas estúpidas, sin complejos. No quería comprar revistas de decoración llenas de muebles escandinavos, ni conocer nombres de arquitectos holandeses, ni coreógrafos belgas, ni a los siete de Amberes. No más arte moderno, ni contemporáneo. La última vez que se había conmovido fue en aquellas vacaciones con sus padres en Salou, con un cinta casette de 60 minutos que tenía grabada a Simon y Garfunkel y se iba a la piscina con ella y con algún libro que no leía.

Buscarse un graduado, quizá un maestro anciano; buscarse.

No quería delicadezas.

Carlota quería romper su destino.