Cuento de Navidad
Nunca habría contado que cené macarrones el día de nochebuena de no haber tenido esta noche, en la que todavía estoy, un final tan feliz. Terminé una novela regular y vi un capítulo de In treatment y si no hubiera sido por las cariñosas llamadas de Zaragoza la noche habría sido de lo menos navideña. Una llamada de Manuel me bajó a la calle y con su atractivo amigo recorrimos parte del barrizal de Chueca en estado todavía desértico. Mi objetivo era sólo una sin alcohol y volver a casa. Cuando hacía esto último, como pop ups, empezaban a brotar los chicos en Chueca hartos de nochebuena y sedientos de viernes. En 40 minutos -pensé, esto será como un sábado más.
Y a unos metros del portal de casa pasó: ahí estaba ella, mi vecina, bella en su estrechez y en sus curvas. Me abrazó. Me pidió que le acompañase a un cajero que no le dio un solo euro. Tiraremos de los míos -pensé y dije, y acabamos los dos en un bar vacío con la música fea y suave, cerveza a cerveza, mientras nos conocíamos algo más y procedíamos a encadenar confesiones sinceras que nos colocaban a ambos en un lugar precioso. Ella es bisexual y libre y yo sé demasiado de la vida. Ella me dio miedo y yo a ella.
Los dos habíamos cenado solos y caminábamos en soledad por la gran ciudad. Yo llevaba un gorro de lana con un pompón. Era una trama cine independiente tan puro que Madrid se nos quedaba pequeño.
Y era todo muy bonito.
Tres horas más tarde pensé y también dije que era mejor separarnos y no malgastar una situación sensacional en un fragor horizontal, vacío y acervezado. Pero claro: hemos venido a casa. Ella ha vomitado y se ha quedado dormida. La he tapado. Suena In the mood for love. Mañana, el sol de invierno, reluciente y frío valorará cuánto había de verdad en las emociones de hoy.
Algo me dice que eran ciertas.
Contador gratis
Y a unos metros del portal de casa pasó: ahí estaba ella, mi vecina, bella en su estrechez y en sus curvas. Me abrazó. Me pidió que le acompañase a un cajero que no le dio un solo euro. Tiraremos de los míos -pensé y dije, y acabamos los dos en un bar vacío con la música fea y suave, cerveza a cerveza, mientras nos conocíamos algo más y procedíamos a encadenar confesiones sinceras que nos colocaban a ambos en un lugar precioso. Ella es bisexual y libre y yo sé demasiado de la vida. Ella me dio miedo y yo a ella.
Los dos habíamos cenado solos y caminábamos en soledad por la gran ciudad. Yo llevaba un gorro de lana con un pompón. Era una trama cine independiente tan puro que Madrid se nos quedaba pequeño.
Y era todo muy bonito.
Tres horas más tarde pensé y también dije que era mejor separarnos y no malgastar una situación sensacional en un fragor horizontal, vacío y acervezado. Pero claro: hemos venido a casa. Ella ha vomitado y se ha quedado dormida. La he tapado. Suena In the mood for love. Mañana, el sol de invierno, reluciente y frío valorará cuánto había de verdad en las emociones de hoy.
Algo me dice que eran ciertas.
Contador gratis