jueves, enero 31, 2013

El puente

Un puente de cuatro piezas habita en mi interior desde hace ocho días. 
A traves del intestino delgado camina entre digestiones pesadas y ligeras. Cada vez que defeco busco entre el material mi querido puente. 
El dentista dice que no preocupe. 
No lo hago.

El jersey

No porque el jeresey valga el doble de lo que cuestan en H&M sino porque cuando te compras un jersey que te está pequeño ¡hay que ir a cambiarlo! No te puede vencer la pereza aunque el jersey ya te lo hayas puesto dos veces y lleve una cagada de pájaro. Hacerlo o no no es la diferencia entre estar vivo o estar muerto. Lo hice y me sentí orgulloso de mí mismo. Hay que reconocer que El Corte Inglés da juego para comprar clásicos modernos (incluso tienen American Apparel) y puedes comprar en otra planta El gato de George Simenon un escritor duro y delicioso: Con la llegada del verano, la vida exterior penetraba en la casa por todos sus poros. El aire de la llanura se filtraba por las ventanas abiertas de par en par y salía por las puertas sin haber tenido tiempo de impregnarse de olores familiares.

Hace tiempo que creo que Henry James es mi escritor favorito. Uno de sus personajes  había llorado mucho, de un modo sencillo, satisfactorio, refrescante, con una especie de sentimiento primitivo y retrasado de soledad y violencia.

Cuando baja la marea, lo que parecían dos islas se convierten en una planicie tan larga que tienes que empezar a explorar de manera diferente.

martes, enero 15, 2013

Henry James


Me lo he leído de un trago. Como si fuera un tequila reposado, como una despedida en seco, como un viejo aristócrata en sus sillón incapaz ya de hacerse ilusiones, que divisa futuro  sin pianos ni nadie a quien invitar a un té de trigo. Conecto con los personajes de Henry James y los imagino caminando la distancia que nos separa una vez que termina el libro,  en dirección contraria a los relojes que un día conectaron nuestros tiempos. Hay en Guarda y tutela mucho de amor lírico e inmortal. Tengo las ventanas abiertas para que el frío invierno se lleve el humo de mis sentimientos.

lunes, enero 14, 2013

sábado noche


El Dorian Club es el mejor sitio que conozco en Madrid; no solo porque se puede fumar. El espacio es insuperable y David Fernández ha encontrado su camino como concertista a los mandos de un violonchelo eléctrico. El ambiente es mayoritariamente femenino. Una nube de cuarentañeras pululan por ahí, hijas de la burguesía madrileña, con varios diviorcios a sus espaldas y algunos hijos sueltos.

Cuando terminó el concierto la lluvia caía más vertical que nunca. Acabamos en el antiguo Mito, que ahora es un pub donde se puede beber, hablar y bailar y la gente se relaciona facilmente.

jueves, enero 10, 2013

Como sospechábamos ayer...dos filetes de atún, una botella de blanco, un ramo de margaritas y la vida se pone a vivir. De nuevo


gracias

lunes, enero 07, 2013

Una noche triste la tiene cualquiera


El misterioso caso de Benjamin Button es una película llena de cosas bonitas pero bastante mejorable. Como mi vida. El talento de Scott Fitzgerald está presente en diálogos brillantes que hablan de la dificultad de la diferencia. Me ha dejado melancólico, como esta mañana el cementerio de San Justo, el lugar más triste en el que he estado en los últimos años; o como Bach ahora.

Dice Jesús que por qué no me conformo con ser la idea que la gente tiene de mí. Y me dicen muchas cosas bonitas más al cabo del día pero no consigo tratar la vida con la decisión y la confianza del carnicero que, ayer, enrollaba una falda de ternera albergando en su interior, ya para siempre, un estupendo relleno, que hoy mismo será ya matambre en cualquier mesa familiar de mi barrio. ¡Oh! esas manos fuertes de semidios urbano.

Este blog es la casa donde vivo y aquí no me avergüenza mostrar mis sentimientos, reconocer que tengo problemas serios con la soledad, porque la franqueza, además de poesía, es un antídoto contra la tristeza y más ahora que sé que todo se pasa, que solo hay que esperar a que algo procedente del exterior ocurra mientras leo a John Dos Passos y me hago un zumo de limón para que el hígado descanse de tanto abuso, y me acusto a solas con el transistor recordando  otras noches con los mismos silencios y un montón más de vida. 


sábado, enero 05, 2013

Espacio Tracer presenta:


LAS CANGREJERAS DE MILLANCITO
Millancito era pequeño como el rastro que deja la maldad ajena en las  personas buenas. Tan pequeño tan pequeño que se bañaba en un dedal y dormía en una cajita de cerillas. A los pocos años, a Millancito le crecieron los pies y empezó a ir descalzo por la vida. Y, claro, como nunca compró el abono transporte, se le clavaban en sus grandes pies las cosas que la gente dejaba por ahí. Y lo que la gente no dejaba, se le clavaba también. Sus pies eran color tierra y sus ojos azules, vidriosos y generalmente borrosos a punto de soltar alguna lágrima. Eran unos ojos japoneses. 

Millancito, que fumaba Chesterfield, jugaba al milloncete y tenía un millón  de amigos (como Roberto Carlos) de los que más de un 80% se empeñaban en que comprase unos zapatos. Y se empeñaban más y más, pero él se resistía porque era feliz con su cuerpo pequeño y los pies tan grandes que no podía bucear ni siquiera en un plato de sopa. Si de mayor hubiera seguido descalzo habría podrido decir: “entonces me sentía vivo”. Tuvo otro problema: su corazón creció tanto que, durante la pubertad, le sobresalía entre las costillas, así que cuando un día se tiró de cabeza a la bañera sus pies no pudieron entrar y el corazón no le dejó sumergirse de manera que quedó es una especie de postura ridícula, flotando de cintura para abajo y con la cabeza hundida. Casi se ahoga. Su madre, que era francamente pesada, le dijo un día de verano: “a partir de mañana andarás con cangrejeras; así podrás ir por la vida sin hacerte daño, sin que los pies se te llenen de rasguños y pinchazos y dejes de caminar con ese rictus tan dolorido”. Millancito no supo decir que no. Así que se puso las sandalias y dejó de (y abro comillas) "sufrir". Las noticias a partir de entonces se desencadenaron: le dio por ver la televisión todo el día, se casó con la primera chica que vio, una chica sin sentimientos y mechas californianas; consiguió un trabajo de guarda jurado tan mal pagado que ya no pudo pensar en  divorciarse, bautizó a sus hijos, y dejó de fumar en los espacios públicos. Los domingos hacía barbacoas con la familia de ella y, cuando tenía los pies ya insensibles, se hizo socio de un equipo de fútbol y se compró un disco de El canto del loco.
Así pasaron los años para mí, para Millancito y para los demás. Se sabe que aunque el tiempo está medido para todos igual, no pasa a la misma velocidad.
Ya nunca más hablé con Millancito así que no sé muy bien cómo hizo el trayecto que une la juventud con la madurez. Sé que siguió calzado. Alguien me dijo que murióse sin pensar, sin vivir y convirtió en ordinarias todas sus experiencias, que los días fueron para Millancito planos como Castilla.  Que ya nunca se sorprendió por nada, ni tuvo un susto ni un contratiempo.
Por protegerse los pies, enjaulados en una cangrejera.

viernes, enero 04, 2013

Manhattan Transfer


Bajo la preseión cada vez más fuerte de la noche, las ventanas despiden chorros de luz, los arcos voltaicos derraman leche brillante. La noche comprime los sombríos bloques de casas hasta hacerles gotear luces rojas, amarillas, verdes, en las calles donde resuenan millones de pisadas. El asfalto rezuma luz. La luz chorrea de los letreros que hay en los tejados, gira vertiginosamente entre las ruedas, colorea toneladas de cielo.