Dicen de Gimferrer que es minucioso y torrencial. Me encanta cómo combinan estas dos palabras. El bueno de Pere se va a casar con el amor de su vida 34 años después de una romance que, ahora se demuestra, no debió pararse. Por el caminom se casó con otra. Ella murió y el poeta a vuelto donde estuvo. Dice textualmente: durante 34 años hemos mantenido una esgrima elegante y trágica de encuentros esbozados en zigzag.
Estas cosas pasan. En una boda, un señor de sesenta y tantos me arrinconó con su puro y su güisqui y me contó con la franqueza de un becario que no había podido olvidar su amor de juventud.
Tengo en mi cabeza las marcas de las ruedas de un frenazo en seco. Ni el duro tie break, ni la combinación dulce-salado (marga fer), ni los trasplantes, ni mi primera sesión de rei ki me lo ha han quitado.
Tengo el recuerdo de un alma gemela que conversa en silencio. En la ida rodando como un lágrima azul de pensamiento puro por una playa asturiana; en la vuelta, caminando sobre dos zancos de cristal sobre la marea de Gijón.
Miraban desde el acantilado Jesús Puente y Teresa Gimpera intentando recuperar lo que ahora ha recuperado Pere Gimferrer.