El tiempo sigue su curso mientras se hacen concesiones a los acontecimientos
Tres trabajadores, uno de ellos chileno, meterán en cajas, el jueves, seis años de apartamento que empezaron con un amor que no funcionaba y un montón de ideas de desayunos compartidos, naranjas exprimidas y sexo futuro que -todavía no sé por qué- no aumentarán el peso de esas cajas ni siquiera en unos gramos. Se llevarán, como era de esperar, envuelto en papel burbuja, el trasfondo de preocupación y descontento metido entre la ropa interior y los pantalones de pana que a veces se llevan y a veces no. Unos cuantos contratos de trabajo bueno, otros cuantos de charlas con amigos buenos y un montón de libros regalados y comprados, también buenos. Supongo que los kilos de nicotina están precintados ya en mi pulmones. Esos me los llevo yo y también ese sentimiento de mejora que, día a día, lanzaba el cerebro al corazón y el corazón al cerebro. Pesará bastante la caja que lleve aquel agosto tremendo de noticias bestias y los rollos de rutina, de rutina buena de día diario, de sábados de aperitivo y tenis y de radio nocturna. En el coche me llevo los procesos de convertir amigos en conocidos y conocidos en amigos, procesos que, por lo que sea sigo sin aprender, y espero que me quepan en el maletero las toneladas de vanagloria pública y reticencias privadas.
Ya están preparados los pintores
Ya están preparados los pintores