camina ella en la belleza de la noche
Los asistentes a las fiestas de barra libre de jueves van "arreglados". Son fiestas para los primeros treinta. Como recién salidos de una redacción de televisión arriesgan con tendencias, tanto, que amurallan a la belleza a cambio de arriegadas chaquetas de H&M o con complementos comprometidos . Se bebe de pie y hay caminos de ida y vuelta a los baños. Algunos mariposean y otros se parasitan en torno a quienes hablan más y más alto y, como las moscas contra los cristales, las miradas se chocan de manera tan violenta como estéril. Las de cuarenta miran más porque son más duras y las cosas que buscan les dan pereza y así compensan, con la mirada frontal, su soledad en la llegada al fin de su noche.
Por el contrario,
en Malasaña, la belleza se desarregla y duele a los ojos del que la siente inasible: tan poderoso es ese caudal de deseos imposibles que nos arrastra como si fueramos cantos rodados o troncos viajeros (pero pesados) que vienen de desfiladeros lejanos. Frustran lo mismo realidades y ficciones.
Por el contrario,
en Malasaña, la belleza se desarregla y duele a los ojos del que la siente inasible: tan poderoso es ese caudal de deseos imposibles que nos arrastra como si fueramos cantos rodados o troncos viajeros (pero pesados) que vienen de desfiladeros lejanos. Frustran lo mismo realidades y ficciones.