viernes, enero 28, 2011

Javier Arruga


Empezamos juntos. En todo. Con las chicas y los primeros lengüetazos y también con el ejercicio de supervivencia en la gran ciudad, con las veleidades literarias y los trabajos buenos. Es más aragonés y más ácrata que yo y en las cuestiones fundamentales somos diferentes. Pero somos lo mismo. Javier Arruga ya es escritor y sobre una sala atiborrada de admiración y afectos presentó su primera novela. Sin mover su chinobigote derramó talento y sabiduría sobre el recuerdo de un padre muerto al que no pudo matar. En su discurso regio omitió los kilómetros de viaje que lleva y las toneladas de cuadermillos de El País, los armisticisos firmados con la vida, los polvos que le birlaron de joven y se cobró después, los complejos de clase resueltos, sus idiomas, su fragor en el trabajo y en el desempleo, toda su sangre azul mecánica, sus metros cuadrados de barrer fábricas cuando la vida le era dura sólo porque él estaba en guerra. Construido de ese material, Javier derramó sobre nosotros aceite hirvendo, como hacían los cruzados desde las almenas de los castillos, removió las vidas tibias presentes sin revanchas y con amor verdadero mientras la vida le pagaba, una a una, la facturas debidas. Fue el vals del último anarquista, de porte aristocrático y familia estructurada. Me llevó con los ojos vidriosos donde él quiso como hizo el día de su boda cuando se cantó aquel inolvidable blues a capela.

Defendió a Aragón, a los aragoneses y a los Monegros; también a Labordeta. Pero ya daba igual. Yo tenía el cuerpo lleno de las cicatrices de un discurso que, subordinada a subordinada, emitiendo gemidos y agradecimientos al poder me tenía tan ensangrentado como el cuerpo de un adolescente enviado a una película de Kubrick.

Ante su tamaño me sentí como una pulga, exhausto de admiracion y paz, orgulloso de una amistad que hace tiempo es inmortal.

martes, enero 25, 2011

Zapatos


Vivo en la calle de los zapatos. Hasta aquí llegan en la mañana los aromas de la burguesía de Madrid, madres e hijas hablando de nada sin parar ni escucharse de acontecimientos familiares, quejas familiares, proyectos de compras y recuerdos de otras compras. Son las de Chamberí, que cruzan Génova con su bolso colgado en el brazo, mano y muñeca en tensión mirando para arriba; las madres exhaustas de machismo, ingratitud y maldad de la propia y, las hijas, aburridas de infildelidad y también aburrimiento. Vienen por venir, no comprarán. Se fían más de El Corte Inglés.

Tras cruzar Recoletos llegan a veces las de Salamanca, madre e hija de la mano, bolso a la altura del hombro y mechas más recientes que las de las anteriores. Pisan fuerte, viven en otro mundo y creen que el suyo es el de todos. Esconden en la mirada algo de bondad insulsa y cierta sensación de objetivo cumplido. No hay en la relación filial demasiado conflicto; siempre que se venda la casa del abuelo.

Y algunas veces, pocas porque compran más en el extranjero, llega ese clamor femenino, aupado sobre un rodillo de algodón que alfombra a su paso lo que pisan y dejan atrás eriales de vulgaridad, acera gris y barbecho urbano . Su belleza es intangible y transparente, tanto que pueden pasar desapercibidas. Van sin madre y sin mechas, hojas solitarias que flotan en una piscina en invierno. Son las de Almirante, Piamonte y Prim. Quizá estén pasando los ocho meses que dura la reforma de su casa en en un apartamento de Goya que se alquila por meses. Pero lo suyo es Barquillo y sus perpendiculares donde vuelven siempre que pueden sin saberlo, dejandose balancear por el teleferico invisible en el que viajan encantadas de ser salpicadas un poquito (o más) por el pequeño lúmpen de Chueca, de comprar una botella de Solans de Cabras a cualquier chino o mirar de arriba a abajo a ese chico de las Converse que parece un músico. Repletas de vivir tanto y tan bien vuelven a este barrio con ganas de dar un mal paso en una noche de comida asiática y copa sin prejuicios con cualquier cliente a poder ser noruego o alemán felices en su libertad y en su trasiego, sin nada que les espere cuando vuelven a casa y reciben un sms volandero que les hace más fuertes que nunca, siempre que sean capaces de mantenerse al margen de un proyecto de pareja que mejor sería diesen ya por descartado.

Pierre Minchon

Creo que nunca he leído a nadie que escriba tan bien, que esté tan por encima de mis posibilidades como lector. Por ejemplo, escribe así:

Y entre todos esos personajes de día de reparto de premios, de esas pelucas del siglo de Luis XVI y esas barbas de 1830, Racine, Hugo y todos los demás, cuyo busto por aquel entonces colocaban en sus casas, encima del piano, detrás del ramo de peonías, los adocenados burgueses que se tenían por poetas, y lo eran, o cuya efigie, en litografías pequeñas de cuatro perras, presidía también los tabiques de las buhardillas de jóvenes pedantes y escuálidos que se tenían por poetas y lo eran, entre todos esos rostros de bronce y madera se nos aparece el rosotro conocido dentro de un orden, del poeta Georges Izambard.

miércoles, enero 19, 2011

RIP



Acaba de terminar la tercera temporada de In treatment. Algo me dice que no habrá más. Ningún relato, del tipo que sea, me ha hecho nunca tanto bien. Ha competido con los melodramas de los cuarenta y con la franqueza de Chever o de Kundera. A todos los ha superado con creces. Me ha hecho más bueno; ha dado a mi pasado un valor y me ha hecho mejor persona, mejor escuchador, mejor viviente.
Aprendizaje inolvidable

lunes, enero 10, 2011

Branguli

Era un padre fotógrafo. Le fue bien y seguramente perteneció a la burguesía de entreguerras que contemplaba las novedades que traían los 20, los motores y la poesía desnuda, los burdeles amables y las vacaciones en San Sebastián a unos kilómetros de donde Fitzgerald y los suyos reinventaba la vida, romanticismos aparte y mariconadas las justas. Tuvo un hijo que también se dedicó a la fotografía y cinco años después otro, que hizo lo mismo. Se debieron llevar tan bien que dieron una lección a Warhol en el tiempo y los tres firmaban sus obras sólo con su apellido. No imagino un trabajo en equipo tan generoso como este, vanidades escondidas, seguramente en las habitaciones del servicio. En Telefónica, hay una exposición que te enseña cómo eran las cosas en aquella época. Te metes tanto que cuando sientes que el país puede acabar en guerra te llevas un gran disgusto a tiempo real. Y al primer yugo de la falange o iglesia saqueada te vas. Y ya está.
El que se tira del trampolín debía ser el futuro.

quiero que me digas, amor









que no todo fue naufragar

jueves, enero 06, 2011

Suena la sirena de la niebla



Como el comesal era alicantino pensé en tener una deferencia con su lugar de origen. Valoré dos posibilidades: cometer un buen crimen tan propio de su tierra o hacer el cocido a banda. Para lo primero me faltaba infraestructura (armamento y tal) así que escogí la segunda opción. Es muy facil: simplemente se sacan los tropezones del cocido y se cortan en un plato aparte como si fueran para un niño. Después se devuelven a la perola y el cocido se come sin necesidad del engorroso cuchillo. Salio muy bueno y de postre me comí una naranja también alicantina. Además hice una carne con leche de coco muy hindú y me eché después una pequeña siesta.

Entre otras cosas de carácter cotidiano ayer también despedí a Fernando que regresa a New Orleans, recogí los cojines que me trajo Fer, me leí media novela de Kundera, escribí un buen folio de la mía, limpié a fondo mi fantástico pino melis, bajé a por tabaco, me tomé un gin tonic con dos californianas en el Why not, hablé por telefono con tres o cuatro personas a las que quiero y vi el piloto de Twin Peaks cuya primera línea de diálogo dice: suena la sirena de la niebla. Aún tuve tiempo de entablar una breve conversación con Mara de balcón a balcón.

Cuando me acosté, como casi todos los días, me asaltó esa sensación de no haber hecho nada en todo el día.

lunes, enero 03, 2011

El último domingo

Los cuatro sabíamos cuál era la medida de este domingo. Llevábamos en una chuleta apuntados el largo y el ancho, el espesor, la temperatura, el grosor y la duracion. También la medida. Y así, en torno a una fondue china dejábamos flotar los crisantemos en un charco de picante y sabe dios qué especias mientras descubríamos el cangrejo oriental y Bárbara tomaba la medida a cada una de las partes de aquellas ranas con huesecillos que parecían más de alita de pollo que de anca del delta del Ebro. El licor de flores para los blandos y aguardiente para los duros nos llevó mecidos por la luz dominguera hasta la casa de Libreros para el café, el porro medido y la conversación mientras Jorge, como buen domingo que era, empleaba unas horejas en cualquier trabajo en tránsito mientras Marcos y yo subíamos escaleras y las bajábamos mientras hacíamos planes así que pasen cinco años.

Al llegar acasa en TCM regalan Belleza Robada. Hay una piscina con el agua tan silenciosa como una tumba y un personaje dice que no existe el amor; sólo existen las pruebas de amor. Este es el diálogo final:
-Quiero ir contigo -¿A dónde? -A América -Pues ven
Se separan y a lo lejos él dice:
-También ha sido mi primera vez

domingo, enero 02, 2011

Día 2

A partir de hoy vivo en una ciudad nueva, en un barrio diferente; en la misma casa. Ha ganado el pensamiento pequeñoburgués, la estética plana del cooperante, la dura presión del reciclador, la estupidez del gobernante, el bicicletero trendy. Busco en los bares la terraza donde fumar y tomar café, donde fumar y mirar, donde fumar y leer a Maruja torres, oasis de amor y tolerancia en un día penoso y facha, este día de la prohibición.

Recorro Chueca como si no conociese el barrio, los lugares donde podré apostarme a partir de hoy, donde un letrero cariñoso me recuerde la ley, donde un camarero sienta como yo este día tan pesado y la barra quede cerca del exterior desde donde vigilaré mi cerveza para que no me la quiten mientras fumo afuera. Todo sera nuevo.

Entre tanto, absurdas luces de navidad, ridículos belenes, perros sin ley, bicicletas sin ley, aceites de freidora sin ley, bocinazos sin ley, edificios sin ley, vertidos sin ley y contratos de trabajo sin ley.