martes, junio 30, 2009

El cortijo del fraile















El sol suelta un viento que sabe a calor
verdadero, paisaje minero, evocador y sincero, restos de la historia, despedazada y sola. Invita a lo que sea, también a un gitano heroinómano que quiera penetrarte. El mismo que pasa cada mañana por tu portal y besa la casilla de tu portero automático. ¡Déjate hacer!

Aquí las cosas tiemblan, sobre todos los cuerpos. El polvo está en el aire y también contra tu coche. Los dos de espaldas al Golf, hay un primer polvo suave y uno segundo, duro.

Quiero que sea mañana para saber qué pasó en el Cortijo del Fraile.

lunes, junio 29, 2009

Ana y Rocío















Estas dos hermosas mujeres (más por dentro) las encontré en un camino inventado que une la playa del Barronal con las calas de Mónsul. A una de ellas le arranqué un par de besos escondidos 36 horas después. Pero antes pasaron muchas otras cosas.

Lo primero fue recomendarles que no fueran a esa playa; los vientos la hacían impracticable, -ya lo sospechaban ellas. En clave de cortesía, me ofrecí para acercarlas a la Calilla de San José, lugar que probablemente estaría más refugiado. Entraron en mi coche cubierto de una gruesa capa de arena, lleno de botellas de agua vacías (nunca latas), mi declaración de la renta, el ajuar playero, colillas, un guión y música para todas las ocasiones (verbigracia, Buenavista Club Social) Se sentaron. La cortesía dio paso a al ligoteo. A 20 km por hora calculé un cuarto de hora hasta la llegada a nuestro destino. Venezuela y Chile eran sus países y mías las ilusiones. Sus estados civiles respectivos eran complicados:
recién separada y recién enamorada. Así que elegí la primera opción, claro. Vieron en mí a una mezcla de lobo de mar de la zona con algo de un Julio Iglesias disecado, pero les arranqué una cita. Por la noche, muchos mojitos, al día siguiente desayuno de tostada con tomate y queso, volvimos al Barronal, cuerpos desnudos al sol, todo voluptuoso y enmarecido; la puesta de sol fue en Cala Higuera, con un par de porritos, otro de cervezas y un balancín. Las llevé a su ducha y vinieron después a mi apartamento con un saco de pasta para hervir para la cena. Yo puse las 3 botellas de vino blanco 3. Y ataqué. Estábamos ya en los minutos finales del encuentro y tiré de nota bonita en papel de manera clandestina que funcionó muy bien. Y antes de que el árbitro pitase el final disparé dos besos juveniles que encontraron la fina red de sus labios, más de agradecimiento que de pasión. Las devolví a su apartamento y pregunté a la indicada, cuando ya las dos estaban fuera del coche:
-¿No te has olvidado nada en mi casa?

Al día siguiente las llevé a las estación de tren de Almería. Desde ahí voló un romance hacia Madrid.

sábado, junio 27, 2009

Janis Joplin lives


Luisa, Eduardo y Furgoneta están por aquí. Me enseñaron un plato típico de la zona: la cuajadera y cargaron sus baterías en mi casa mientras nos poníamos al corriente de nuestras andanzas.

María



María se ha ido. Me hizo buenos masajes y probamos la mermelada de tomate raf. Cree que el viaje debe ser a lugares que obliguen a modificar tu estructura mental y la forma de trabajar de las neuronas, pero yo no estoy de acuerdo. Se va a Äfrica. Me ha dejado una crema protectora del 20 con lo que mi ajuar playero, a día de hoy, se completa de:

La sombrilla de Eugenia
Las gafas de Paco, tubito incluido
La crema de María
La pelota de Marcelo
Mi cenicero playero de Barcelona
El tarro familiar de melocotón en almíbar que dejó Cris.
La toalla que Luisa compró en Estambul.
La bolsa de Jordi González




Ella tenía la astucia de un animal acorralado


¿Cómo decirle a esa mujer de 60 años, de belleza enfrancesada y silenciona, arrugada por la nicotina y con el pelo lleno de canas que estoy interesado por ella? No me cree. Claro, no imagina que me gustan tanto las mujeres imposibles, las situaciones extremas y el mundo subterráneo.

Un carrito de niño tirado por padres almerienses rasga la escena como una cuchilla de Buñuel.

Las empresas han cambiado a sus ejecutivos por habitantes que se asustan ante cualquier propuesta singular y atrevida. Cuando las oficinas estén desoladas, unos se comerán a otros en el acto final de esta crisis estéril.

Así termina Justine: Clea interpretará mi silencio según sus propias necesidades y deseos, y vendrá o no vendrá; ella es quien debe decidirlo. ¿A caso no depende todo de nuestra manera de interpretar el silencio que nos rodea? Estaré donde siempre, aquí, fumando frente al mar.

¡Ups! Con tanto rollo olvidé decirle al camarero que las navajas son a la plancha y no al vapor. ¿Será demasiado tarde?

martes, junio 23, 2009

Paco estuvo por aquí


le daba pena comerse los peces a la plancha, con sus ojitos y eso...así que pedimos pizza. Me regaló unas bonitas gafas para bucear.

sábado, junio 13, 2009

Hasta ella se ha casado

Paré en un local-secarral de la Mancha a tomar un café y comprar agua. No se podía fumar; no se aceptaba pagar con tarjeta, no se cambiaban billetes de cien euros, no se podía consumir productos no comprados ahí y tampoco se servía en las mesas. Pero estuve bien y dejé propina para provocar; tenía en la cabeza una reunión de trabajo a unos kilómetros, un masaje con un cieguito, un recoger en la tintorería y el acudir a la boda de mi amiga Angélica (la primera que hice) que, como discurseó ella, no fue como la que soñaba su madre. Habías negros guapos de traje que bailaban muy bien, lesbianas aburridas (como siempre) y una famosa. Miradas furtivas y poco mundo subterráneo. La frase de la noche fue de Germán: avísame si ves a alguno que cojea. Cuando terminó, fui paseando hasta Moncloa con él. Colgados de nuestras corbatas y de otras cosas sin anudar no sentamos en un banco para hablar. Como dos adolescentes. Fue una noche preciosa.

En aquel secarral, horas antes de lo de las corbatas había sonado mejor que nunca Rufus Wainwraigh mientras yo lavaba un melocotón murciano regado con el agua que nos quitan del Ebro a cuyas dos orillas se se celebrará esta noche el ascenso del Real Zaragoza y quizá, también el mío.

con Fer en la orilla










Por aquí estuvo fer y no hubo manera de conseguir un solo desacuerdo. Pasamos muchas horas en silencio, como los buenos amigos.

miércoles, junio 10, 2009

Cuatro frescas












No vienieron a verme, pero estaban de paso;
eso también cuenta.

lunes, junio 08, 2009

Margarita y Brenda


Han sido una estupendas visitantes.
Han comido pescado y se ha puesto morenas.

Vida literaria

La vida que hay en los libros, sus personajes y paisajes exóticos con sus pensamientos en quiebra y sus franquezas, su autodestrucción y su libertad extrema. Esa es la vida literaria, la que no se nos permite vivir en la vida real. Pero estamos hechos de la primera; no es tarde para sobrevolar pero cuesta demasiado. A cambio te ofrecen la bienal de Venecia.

Hay una francesa, mayor que yo, con mechas que tiran a blancas. Desayunamos en mesas cercanas. ¿Qué podría hacer para comunicarle que, muy posiblemente, nuestra vida podría ser como una animal desbocado y bicéfalo?

Leo en Justine: La carne despierta, siente los barrotes de su prisión. De noche una prostituta borracha camina por una calle oscura, sembrando los fragmentos de una canción como si fueran pétalos.

martes, junio 02, 2009

Esto no es Hawai i

He comprado un jazmín que no podrá sustituir al que tuve hace ocho años. Se secaba a la vez que lo hacía yo y florecía cuando a mi vida llegaban tantas buenas noticias. Es la única mascota viva que he tenido y le quise casi tanto como a mi coche o mi raqueta.
No entiendo cómo las hawaianas se han podido imponer a sandalias que se atan por encima del tobillo. La necedad de los que nos queremos narrar en la estética, supongo. porque en la playa del Barronal, cuando la belleza del paisaje nudista no te deja ver un árbol, se te queman los pies por el camino. Luego sí que vas viendo algún arbolillo, claro.
He terminado las memorias de Tennesse Williams. Es un libro que se debería leer obligatoriamente a los quince para entrar en su universo y, otra vez, a los treinta para salir de él. Un buen puñado de amigos míos podrían hacerlo para sentir lo fácil que es perecer en el riesgo cuando tanto se disfruta en él. Creo que la vida de Almodóvar tiene algo de la de Tennesse, por cierto.