sábado, julio 30, 2011

Café roto

Todavía hay gente así, pensó mientras terminaba su café italiano. Dos mujeres lejos aún de los cuarenta eligieron la mesa de al lado para ponerse al corriente de sus últimos movimientos sociales. El intercambilo de golpes, a gran volumen, no cesaría ya durante los próximos treinta minutos. Ellas no dudaban, no flaqueaban ni necesitaban medir la palabras. No calibraban el interés que producía en la otra la última despedida de soltera de su amiga, el nuevo ascenso de su pareja o el viaje de sus cuñados por las islas griegas. El carrusel de anécdotas arebató a la mañana todo su silencio en una locución cansina y aburrida. Si se levantó no fue por esto. Fue porque eran incapaces de escucharse.

lunes, julio 25, 2011

No hace falta ser Jack Keruack

En la salida de Aranda de Duero dirección Madrid hay un lugar donde se detiene, si quiere, el viajero. Pide un café, un bocadillo de tortilla francesa, un paquete de chester y una botella de agua grande. También llena el depósito.
Así de facil, el viajero sabe que está en el buen camino.

martes, julio 19, 2011

Días de verano y tour


En el mercado de san anTón camareras atractivas y listas, vestidas con converse, me sonríen y yo a ellas y caminan suave por una azotea blanca balear y veo desde mi café la hiedra crecer en mi balcón como quien desayuna en la playa y mira la toalla tendida en su apartamento alquilado, austero y caro.

Grandes mujeres pasan por mi vida en una esgrima estéril y me quedo con su recuerdo colgando de lo que podía haber sido o si será, mientras Madrid gotea personas que se van o que se vuelven.

También Cunningham y su rebaja (Leavitt) me acompañan en el sofá y la carta brava de Jesús Ferrero entre los fichajes de pretemporada, el agua de la Complutense y Natalie Wood que recuerda este verso:

aunque ya nada puede recuperar
la época del esplendor en la hierba
no hay que afligirse

porque la belleza siempre
subsiste en el recuerdo

miércoles, julio 13, 2011

La belleza, el amor y la vida

Aquella chica me comunicaba ingravidez quizá porque poseía un cuerpo de un equilibrio tan emocionante que no me permitía teñir de obscenidad ninguno de sus miembros, creando de pronto ante mí la ilusión de la belleza.

Más bien fue un amor muy a ras de tierra, muy reptílico, sin matices, sin placeres exquisitos, sin sensualidad...Algo muy tosco, de una pobreza más bien humillante y sin el más mínimo misterio -dijo, y se echó a llorar.

Los consideraba almas tétricas que tenían prohibido dudar. Ahí estaba el problema, en la abolición de la duda y hasta en abolicición de la oscuridad (...)quizá eso es el mal en contra de lo que tenderíamos a pensar: la abolución de la oscuridad.

lunes, julio 11, 2011

La piel dura

En la piscina Complutense hay un gran trampolín de cemento. Si te tiras bien caes dentro de una película de Truffaut y durante un rato estas rodeado de plumieres, atlas del mundo y niños con pantalones cortos que recitan a Moliere de memoria. Viajas a un tiempo en donde toda la energía del día se consumía hasta quedarte dormido entres risas o sollozos.

Cuando subes a la superficie te encuentras una ciudad seca y dura donde te quiebras en dos y las partes empiezan a no reconocerse y se atrincheran tanto que soy tan dos que los senderos de los jardines ya no se bifurcan.

Y entre los dos un vilonchelo desafinado surca el espacio que nos divide y lo hace de manera profunda y ahí se queda la energía que no somos capaces de consumir.

domingo, julio 10, 2011

Cumpleaños feliz

Ayer celebramos los cumpleaños de Santi y Bárbara, dos peronas cabales cuyos amigos llegaron puntuales, con botellas y buen ánimo. No hay una terraza como esa para una buena fiesta. Como corresponde a estas celebraciones hubo bastante vino, tabulé, humus y babaganous. Faltó gauacamole que tan buen maridaje hace con las recetas anteriores. Hubo un rincón del mojito, música buena y baja y camaradería sin fin. Como novedad había dos chicas heterosexuales sin pareja, lo que provocó mi algarabía y felicidad. Raquel, morena y atractiva, con ganas de vivir pero con cierta tendencia al autodesastre y con el habitual cuadro de ansiedad en mujeres de su perfil sin pareja. También estaba Adela, con trazas de gran mujer a la que no pude ver de pie en ningún momento. La hora que pasamos sentados estuvo llena de conexiones y esperanzas. Se fue sin decir adiós, algo con lo que no contaba.

Me llamó la ateción una pareja que conversaba entre sí con la precisión de un psicoanalista. Era su forma de no complicarse la vida -me dijo con acierto Adela. Hablaban en bajo con palabras muy certeras y en un tono de videoconferencia. Me los imaginé desayunando en su casa ambos en pijama y hablando como en un seminario sobre la ética y la estética en los años 60 en relación al pensamiento de Adorno.

Por lo demás Luisa estuvo luminosa, tanto como Julián y Federico cuyas relaciónes de amor no paran de crecer. Mónica, a lo suyo, sigue inventándose los verbos, Eduardo, guapo de blanco, encontró público para sus sincronías, también vi un par de looks singulares y alguna chica con pareja y mirada de miedo constante. Se echó en falta a algunos clásicos y a Marcos y Jorge, claro

Antes de retirame hice mi chapuza habitual: pedí el teléfomo a bocajarro a una chica que resultó ser madre casada con marido presente. Me disculpé por el error pero ella insistió e insistió en dármelo. Hacía cuatro años que nadie me pedía el teléfono -confesó con sinceridad- y me hace ilusión.

martes, julio 05, 2011

Cosas de estas por 19 euros en:

Le embargan unos sentimientos totalmente inesperados, una sensación que le sale de las tripas, emite fluorescencia a través de su cuerpo y le aturde. No es exactamente deseo, aunque en parte lo sea. Es una pura, emocionante y levemente aterradora aprehensión de eso que llamará después belleza, aunque la palabra se queda corta.

y además...

¿Qué consuelo voy a encontrar en ser otro triste ciudadano más bailando al son de la música?* Se inclina, la besa, inhala el aroma somnoliento, dulzón y sudoroso que emana de ella.* Era más majestuosa que arisca* una risotada de tres martinis *Peter se enamora brevemente de ella

lunes, julio 04, 2011

Balance: 31 lavados

Me encantan los balances y soy simbólico, que no es cool pero sí superior a lo metafórico, al menos, más divertido.
Llevo un año viviendo en mi casa. Es hora de balances.
Podría contar las botellas de vino que bebí o las mujeres que se quedaron en casa o las que salieron despavoridas.
O el dinero que me gasté o los días que trabajé durante el último año.
O los libros. O las personas nuevas incorporadas a mi vida

Pero sólo he encontrado una cifra exacta, la de pastillas de lavaplatos consumidas. Compré al llegar un paquete de 38 pastillas. Me quedan siete.

Conclusión: Una personas soltera, libre y franca, con cierta tendencia a la autodestrucción, que practica la amistad como el amor incompleto, generoso y anfitrión, con una faclidad inusual para perder los papeles, algo sádico y con bastantes posibilidades de cansarse de la vida a las primeras de cambio ha puesto 31 veces el lavajillas durante un año. Teniendo en cuenta su gusto por la cocina, de esto se colige que no es perezoso para la labores domésticas como el fregar y que considera todavía un acontecimiento especial demostrar su poderío sobre un montón de vasos sucios gracias a la tecnología acuática.

Por resumir, que ha superado con creces sus expectativas más optimistas.

sábado, julio 02, 2011

La indiscreta y estática belleza de la burguesía

Entre aquel paisaje humano grisáceo y la belleza sometida a los rigores de extranjeras entradas en años y en carnes y mujeres desmotivadas por sus maridos y maridos desmotivados por las mujeres apareció ella, como el reflejo sorprendente del sol en un espejo lejano que emerge de un edificio perdido al fondo.

Vestía completamente de blanco, sujetador incluido, con un vestido tipo ibicenco de tienda cara. Tenía ese aspecto difícil de conseguir y contra el que muchas mujeres luchan: tenía cara de madre joven. Su pelo era rubio real pero lo que más destacaba era su juventud. Se sentó en la mesa de al lado en la que aparecieron sin previo aviso, como si la realidad cambiase de planos como lo hace cualquier producto audiovisual, un matrimonio mayor ¿Serían sus padres?

El abuelo pidió zumo de tomate; la abuela, con malos modos, dejó claro al camarero que no tomaría nada. No parecían padres e hija. Ella sacó las notas de su hijo: “todo sobresalientes”. Sin ser guapa tenía un gran carisma, seguramente mal empelado.

Llegaron más elementos a la mesa. Dos niños como perros sin correa flanqueaban la aparición de quien parecía el marido de la rubia. Pero la voz de ella y su pelo borraron al marido de aquel cuadro. Su voz nasal lo inundaba todo y sólo el olor a césped mojado y recién cortado era perceptible además de ella, porque ella olía, se sentía su piel, ella sabía y todos la miraban. Cambió el plano y llegaron tres niños más ¿sobrinos? Tres magníficos ejemplares rubios y con sudaderas de rugby rayadas y bien de marca. La rubia se dirigía a ellos con familiaridad y empleaba palabras como colega, tío y macho. El que parecía su marido también vestía de Fumarel pero con un foulard al cuello con el que se intentaba dar un toque parisino. Se quedó sentado, con gesto amable y sin hablar.

La rubia llevaba en el carro toda la conversación y tiraba con fuerza. Los abuelos no tenían nada que decir, nadie les haría caso y menos aún los niños, que ya se contaban historias los unos a los otros. A Carlota le sorprendió que todos tomaran café. Era la una del medio día ¿es que nadie tenía suficiente relieve para pedir un cerveza fría o un martini?

Llegó otro adulto con cara de cuñado. Pero Carlota se cansó de indagar y se salió del juego de los parentescos. Sacó un libro. De fondo, sobre literatura americana del siglo XXI, escuchaba términos dispersos que daban volteretas en la conversación como el tío Alberto, Puerta de Hierro, sobresalientes, tómate las patatas tranquilamente, corte de pelo, mucho tráfico, Javier, la natación, ponte recto, para con la pelota.

Ella era insultantemente joven para llevar una vida así, de domadora de niños.

El sol atacó con vehemencia la mesa de Carlota y tuvo que retirarse a otra con sombra. ¡Dios mío! La niña pre adolescente lleva una pulsera con la bandera de España. Hasta el camarero se quedó mirando.

Y la abuela ¿en qué estaba pensando la abuela? ¿En qué momento dejó de pintar algo en aquella familia y se convirtió en un adefesio con permanente y enormes gafas de sol, aburrida de la familia y de su marido, harta de los desprecios de las nueras y harta también de esconder la mierda debajo de las alfombras?
Entonces la voz de la abuela tembló de edad y de miedo para decir ¡qué bien se está aquí!