Los puntos cardinales

Al oeste, si me asomo al balcón, es dicir, abajo, veo marginales chinos que se hacen hueco entre marginales nativos y andinos. Venden lo que pueden; pañuelos, abanicos, colgantes, gorras con la bandera española y el arco iris y, supongo, alguno venderá chocololate. El chino lleva producto seguro: las cervezas.
Al este crece el mercado de San Antón. Enladrillado como el cielo del trabalenguas se hace hueco entre las azoteas y colofones de los edificios de Gran Vía. Cuando se abra compraré almejas y bígaros, quesos varios y, si tengo suerte, alguna liebre. Seré mucho más feliz compartiendo el aire con tanto producto.
Al norte está la plaza, carne de turistas y de maricones de extrarradio. Algún yonki rezagao golpea las cabinas en un revival ochentero. Por la mañana, tras desayunar en el comedor social se pimplan una buenas sanmigueles de medio litro.
Al norte está la plaza, carne de turistas y de maricones de extrarradio. Algún yonki rezagao golpea las cabinas en un revival ochentero. Por la mañana, tras desayunar en el comedor social se pimplan una buenas sanmigueles de medio litro.
Al sur está mi vecina con la comparto vestíbulo. Insonoricé la casas para no molestarla y dios me ha premiado con una vecina que pone la tele a tope desde las 9 de la mañana hasta las nueve menos cuarto del día siguiente. La pared insonorizada me libra de sus molestias y me da una baza para discusiones posteriores