
Acabo de terminarlo. He subrayado esto:
Ella era encantadora pero insignificante.
Sólo cuando estoy presente por carta, ella puede fácilmente soportarme, confundiéndome hasta cierto punto con el ser universal que vive en su amor.
A veces yo no querría renunciar a un salón de baile, no querría renunciar a su lujo dispendioso, a la impagable sobreabundancia de juventud y belleza. Y, sin embargo, no saco provecho alguno, ya que sólo rozo las posibilidades. No es una sola belleza la que ata, sino un conjunto de bellezas; una visión de sueños te toca, la de todos esos seres femeninos que se confunden entre sí y todos esos movimientos buscan algo, buscan una paz en una sola imagen que no aparece.
El resto es insoportable y, el autor, un capullo.