
Todo ha empezado por la mañana. La decisión era firme: quería sentirme muy masculino. Sí -he pensado- empezaré por pagar el impuesto de circulación en cualquiera de los bancos que pone a mi disposición el Ayuntamiento. Como un padre de familia de los ochentas que, perplejo ante los cambios, lo único que de verdad controla en su vida son las facturas, me he plantado en un mostrador cajamadrileño y he dicho con voz altiva y segura: si ...por favor... creo que esto se puede pagar aquí. Y he añadido ¿Es así?
Luego ya en la oficina he buscado a un heterosexual que me indicase qué carretera debía coger para llegar a Tres Cantos para pasar la IT, ése gran templo de masculinidad. Me ha gustado esa conversación de circunvalaciones, rotondas, salidas, incorporaciones y desvíos con mi productor riojano. Me sentía como un buen macho reno hablando con otro buen macho reno poco antes de empezar a entrelazar de manera violenta respectivos morros y cuernos.
Mi coche y yo pasábamos por Valdelatas y sólo tenía que esperar la entrada Tres Cantos Norte, ciudad, por cierto, que me trae estupendos recuerdos. Reconozco que he tenido que preguntar varias veces porque nunca he sabido contar ni rotondas ni corderitos. Ya estaba dentro de las instalaciones de la ITV. Y un operario me daba ordenes: posición, cortas, intermitencia, frena, ¡frena más!, gira volante, embraga, pim, pam, emergencia,. En esa lucha de poder, en ese ascenso a la virilidad mi victoria ha sido total.
Me hubiera gustado tanto llevar una camiseta blanca de tirantes manchada de grasa...