
Mi casa y yo nos estamos recuperando. En estos momentos todos los regalos están colocados en un altar de cristal. El fin de semana, cuando esté limpio por dentro y fuera, buscaré la parte de dentro de cada libro, me pondré el pijama, el piano de Debussy e investigaré quién me regaló un cangurito verde. Si no me llevan a Asturias me sentaré en el sofá viendo las flores secar mientras suena en off la voz de Iván que mientras bailaba Madonna repetía en un inglés impecable: repeat, repeat, repeat. Veré la mirada de Nuria mirándome, la entrega de Germán y recordaré las palabras de Paco: me voy porque creo que tengo posibilidades con esta chica. Bárbara, la gata con botas que hubiera dibujado Kubrick flotaba entre la alegría de Gabi, la ternura de los Jorges, y el amor de plástico de Javi. A alguien le tengo que preguntar quién abrió la puerta de mi casa mientras yo andaba cochineando y alguien tendrá que explicar porque hay tres botellas de Gordon´s en casa. Recordaré la emoción que me produjo la entrada de Zulema a quién envié mis mejores galas (Marcos y Jero) para que la cuidaran. Quizá me ponga la camiseta que me regaló Sorensen, la que parecía comprada por Jero, y viceversa; quizá Marga y Antolín conectasen o quizá no. Quizá Camino llegó bien a casa. Quizá Luisa se quedó la última hablando sólo de cosas bonitas, poco después de que Almudena, dejase con la boca abierta a todos por su bondad y belleza. Quizá Angélica quiera aprovechar este post para decir algo, aunque no hace falta.
En estas fiestas todo se olvida antes, incluso, que pase.
Todo menos el amor, que se queda pegado a las puertas