Viva Descartes

La primera vez que llegué a esta oficina yo era un pajarito pisando mármol. Fue él quien me enseño dónde estaban los archivos compartidos, el café, los clips, el restaurante con aceite malo, los guiones antiguos y muchas cosas más. Han pasado seis meses y ha seguido enseñándome, a obedecer, a implicarme lo justo, el sistema jerárquico, los crawlls y ha respondido a todas las preguntas que le hago diariamente a bocajarro. ¿Te has dado cuenta que A. es una gran mujer? ¿Has hecho tríos? ¿Crees que A. ha vendido su alma al diablo? ¿Te parece atractivo X? ¿Te masturbaste ayer? Muchas veces me responde lo quiero oír pero siempre la verdad. Comemos juntos. Le encantan las aceitunas. Una día me contó que su padre vendía aceitunas y me pareció poesía pura.
Cuando termine este trabajo no nos veremos más, no me presentará a su novio ni cenaremos sushi en su casa ni en la mía. No me llamará para preguntarme qué tal ni yo tampoco.
Ayer se hizo todo el trabajo de cabo a rabo así que le pregunté: M.A. ¿Tú que prefieres, los cabos o los rabos? Me contestó, los rabos, claro. Y siguió frente al escritorio de su ordenador. Es tan ordenado que cierra todos los documentos cuando no escribe.