Pizarra blanca

La pizarra blanca estaba sucia. Como no estaba muy contenta aprovechó para salir de la sala de reuniones para sacudirse todas esas tablas, cuadrantes y diagramas con vulgarismos norteamericanos y fue a ducharse. No le bastaba con limpiarse con un borrador. Necesitaba un trapo mojado para sacudirse todo el managment acumulado y todas las tonterías que se decían en aquella sala. Desde que los retuladores Carioca se habían hecho mayores y se hacían llamar marcadores ya no era lo mismo. Ya no le hacían cosquillas sino daño y se acordaba de Fabio MacNamara cuando pedía que le taladrasen, y ella quería lo mismo, y sonreía con los dibujos que hacían los creativos más divertidos. Así que levantó una de sus patas para escribir una cosa que había escuchado el día anterior: ya no tenemos tenemos que envidiar a Israel; ya hemos montado nuestro muro en Melilla. Pensó que no, que no era el lugar para escribir eso así que estirando su pata se volvió a borrar. Se fue a comprar un regulador Carioca y con el de color rosa escribió como pudo y con un trazo humilde y feo: tonto el que lo lea.


Hay fines de semana marcados para descansar, para perder al tenis (6-4) y para perder en el cine (Obaba). Para hacer una crema de berenjenas y limpiar el cristal con papeles de periódico. Este fin de semana era para pasarlo con la familia (adoptiva) y terminar un libro de Luis Cauqui y empezar otro. Para esperar a que te llamen para ir a esperar a que llegue alguien a Barajas. Para descubrir al fin que leer el Marca y comprar en Día no se puede ocultar toda la vida. Para comerte con una llamada la ficha roja, contar veinte y convertirte en favorito. Para bañarte y tragar agua de tu propia bañera y reírte de tu torpeza, para buscar tahini y lecitina de soja. Este fin de semana parecía de los que anuncian que la primavera se acerca y quieres ir al Thysem pero en realidad no quieres ir. Lo que quieres es ir al Bonano a ver a los pobres y guapos de Madrid y ponerte hasta arriba de domingo. Parecía un fin de semana tranquilo. Lo fue. 







